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domingo, 17 de abril de 2011

Viajas, vuelves, te vas, recuerdas, vuelves.

No confíes en mi, no vengas a mendigar... aquí no hay paz para ti.
He vuelto, no confíes en mi...
he vuelto, no me mires así.
Ya no soy quien pensaste hace años era el mismo,
el mismo que podía dejar caer
toda una racha de felicidad e incógnitas.
No confíes en mi,
ya no soy el mismo.
No confíes en mi, soy otra persona...
soy quien se deposita bajo la alfombra...
al acecho, con paciencia y esperanza de llevarte bajo tierra. 






En silencio vino, camino, callo, hablo
se sentó, hablo, camino, rio, y se fue.

Vino para hacerme temblar como una palmera
y se fue en silencio, tranquila y con gran sutileza
como para finalmente, arrancarme de la adrenalina
que estaba padeciendo con un gran gozo.
A fin de su larga ida aun desconozco
como, por qué, y con qué harmonía
yo estaba de pie para perseverar.  

Me olvide quien era,
estaba tan enredado…
ya todo lo había olvidado.
Pero sin más que hacer, había decidido.

Había llegado, y ya la extrañaba
no se había marchado y ya lo agonizaba
¿Debía atraparla segundos antes de dejarla ir?
¿¡Que podría haber hecho!?

Ahora que no estaba, me sentía un idiota.
¿Qué piensa, que dice, que paso, está bien?
¡Joder!

Su marcha, bajo a mi ser a la tierra.
El silencio se fue, mi corazón volvió a latir,
y ahora podía respirar libre como un alma verdadera
que camina entre todos para buscar la más codiciada orquesta
que otorgue música y vida a toda una eternidad.
Pero sabía algo, esa orquesta… solo estaba dentro de su corazón.
Que la música fluía de su voz, que una carcajada haría un sonido
gutural provocador de un inmenso placer para cualquiera en su vida
mientras distingue el escenario en la profundidad de sus ojos
a los que uno focalizaría su ser mirando el dichoso espectáculo.

No entiendo que fue lo que escondió todo esto,
que fue el gran manto de inmensidades titánicas que me ayudo
a dejar todo esto atrás y ser feliz al menos un instante de noche.

¿Acaso era imposible caminar sin pensarla,
al menos un millón y medio de veces por segundo?
¿Y por qué no podía parar, si no lo fuere?
Sabía lo que pasaba,
mi corazón estaba enfermo
y mi mente ayuda brindaba
con el poco y grato esfuerzo
que para luchar le quedaba.

Pero como si fuera poco,
sabía que cuando me fuera
de la faz de la tierra…
estaría allí esperando.
¿Qué le iba a decir yo?
Nada, que jamás pudiera.

Estúpido era mi miedo, e inteligente mi razón.

¿Quién iba a decir,
que me notase media constelación arriba?
Por qué habría de mirarme, no entiendo,
yo solo esperaba oírla,
quería estar cegado en la noche
para agudizarme como un ciego.
Me sentí un torpe,
dejando escapar una oportunidad única
como para darme cuenta de cuánto estaba hablando.

Hoy mi mente es un gran obstáculo…
si tan solo supiera mas, si tan solo…
fuera alguien que pudiera entender
todo lo necesario para el triunfo
de una batalla proveniente de lo profundo
de la estupidez de uno mismo
atropellando con todo lo que da ánimos.

Si bien mi cabeza podría estar de pie
y mi corazón pisoteado por hordas de orcos
sin pensar que la frialdad del campo
podría ser la más devastadora de la vida.
Pero hoy…
tal y clara, me rebelo su pensar
agudo y siniestro para mi corazón
empalando mi cuello en una mismísima fina
y afilada pica que podría mi vida conocer
dando tres pasos a la muerte en un solo sendero
que recordare desde principio a fin de los tiempos.

Puedo demandar la realidad
y sin razones de querer aliviar
mi necesidad de saber cada día
algo mas para subsistir.
Pero no es culpa del tiempo
hacerme un idiota,
si no la mía de dejarme llevar
por lo que el tiempo quiere que sea.

Cruda y filosóficamente hablando… ¿Qué tan útil seré?

Y con la misma maldad
con la que has lanzado lluvias de picas
has decidido otorgarme el privilegio
de cómo un fénix levantar vuelo
y volver a vivir en poco tiempo.

Me era impredecible y complaciente
que esto pasara.
Si bien, había conocido esa tierna Luna
que en llanto oscuro anhelaba
llevándose todo de mí incautando mis sueños
e imposibles metas, ya todo era extraño.
¿Acaso tanto esperar, ha llegado a su fin?
El día en el que deje de amar la noche,
el día en el que el ocaso caiga para demostrarme
lo bello de la vida en todo su esplendor.

Quisiera saber, cuanto de lo que entiendo es verdad
y quisiera saber, cuan importancia y confianza
poder brindar a lo que alguna vez creí entender
como para despejar mi mente y sentirme el único.

Lo mío es puro, y tal vez eterno…
no la invito a juzgar, tampoco a volar.

De esto poco entiendo, a mucho me niego.
Pero no puedo negar, que hay algo que me trae loco
de pies a cabeza, como para hacerme temblar.

Con usted quisiera conocer el fin,
y jamás volver a tener que enfrentar un principio. 

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