No hay muerte que no convenga a una vida.

Con la reacción de no tener interés
por cuantos colores tendrá el semáforo,
con el desinterés de no importarte cuantos
sean los autos que vayan de lado a lado.
Tu, solo cruzas.
Solo sigues, solo caminas, solo padeces.
Con el mismo aura, destellos.
Aun te preguntas, cuan perverso.

Estalla una estatua
en una paranoica esquina
donde pasan somnolientos
con maletas, carteras y bolsas.

Esbirro de un adiós,
desconcertado de todo
y olvidando tu ausencia.

Mirada al cielo,
ojos perdidos…
piernas débiles,
aceleradamente
el giro de un planeta entero,
todo a mí alrededor.

¿Acaso nadie me vio allí muerto?

Solo aquí falta ella,
que con una caricia
borre ese adiós,
y esta muerte pagana…
que me provocaba el deseo
de que la bocacalle
me succionara de una vez por todas.

No hay mas pasado.
Hoy presente estaba ella
y el presente era lo que importaba.
El futuro era un sueño,
el que quería vivir con ella.

No sabía si vivir por siempre,
o morir.
¿Acaso seguía siendo necesaria la inmortalidad?
Lo deseaba mucho aun, pero no sabía que tan bueno seria.

Que he de hacer,
más que en ella pensar,
más que por ella rogar,
más que por ella rezar
y pedir por favor.

Un laberinto,
sin custodia
y sin acertijos,
solo frio y como la vida,
mi vida.